Hoy martes, de vuelta a un día normal de trabajo luego del descanso santo, me doy cuenta de que mi ritmo de vida está a punto de cambiar drásticamente, otra vez. De regreso a casa decido bajarme en una parada de autobús diferente a la usual. Recorro un nuevo camino desde la parada hasta la casa y descubro un nuevo rincón de la Ciudad Vieja. Siempre me ha gustado ver las cosas desde otra perspectiva, pero a medida que pasa el tiempo se me hace más difícil. No es que esté vieja, pero si voy por ese camino, como todos. Parece que a medida que comienzas a ocuparte de otras cosas, necesarias en este estilo de vida que nos hemos inventado en las sociedades occidentales, pierdes la capacidad de hacer cosas más sencillas como esa: cambiar la ruta; o al menos olvidas que la tienes y se apoderan de tí las costumbres, las manías, la rutina. La rutina. Siempre he odiado la rutina. De hecho, trato de hacer lo de la parada de autobús casi a diario para romper con el desespero que me causa ver la misma calle todos los días, pero al final logro hacerlo sólo un par de veces de diez intentos ¿Por qué? No sé. Creo que es cansancio, mental, o físico, o ambos. O a veces falta de espacio en la mente para pensar en esas cosas, sencillas. Comienzo a pensar unas tres paradas antes de llegar a la mía, y vuelvo a olvidarlo pensando en lo que debo hacer al llegar, o al siguiente día o respondiendo una llamada o algo más. Ahora estoy a una semana de mudarme, por tercera vez, en ocho meses. Paso de la maravillosa y un poco agitada zona de la Ciudad Vieja, a una zona más tranquila pero algo más lejana, al noroeste de la ciudad. Y es ese pequeño cambio lo que me ha ha puesto a pensar nuevamente en esto de la rutina, las manías, el cambio. Se me han espertado unas ganas de disfrutar, en esta última semana, los rinconcitos maravillosos que tengo cerca y grabar lo más que pueda de cada uno antes de irme. Así como me grabé cada pedacito de las Trinitarias y de Las Colinas, allá en Barquisimeto antes de venirme, y que todavía recorro en mi mente cuando quiero hacer un resumen de mi vida.
Me puse a pensar, pensando en la rutina, que dentro de todo la vida que llevo no es nada rutinaria. Cada día tengo un promedio de tres clases, pero fuera de esa semejanza entre un día y otro, todo lo demás es diferente: las clases son en diferentes lugares de la ciudad, con diferentes personas, de diferente edad y sexo, con diferentes profesiones y hasta en diferentes idiomas. Así que no entiendo por qué me molesta tando la rutina, si poco contacto tengo con ella. Pero siempre tengo ese afán de cambiar cualquier cosa que parezca estar llevándome a lo mismo.
Ahora les cuento que, aunque pienso que esto le da un toque dinámico y divertido a la vida, creo que en algún punto, o al menos para ciertas cosas, hace falta esa repetición continua de las cosas. Así que por ahora trabajaré en disfrutarme con novedades las cosas simples, y aplicarme en la práctica y repetición de las cosas en las que necesito calma, perfección, excelencia. Y al mismo tiempo seguiré avivando lo que no lo requiera: una nueva vista de la Ciudad Vieja, un almuerzo diferente, un libro nuevo, una parada de autobús más allá o más acá ;)