febrero 12, 2008

Lisboa (parte 2): una ciudad llena de color

Mi vuelo: Varsovia- Amsterdam- Lisboa. En el vuelo Varsovia-Amsterdam sólo logre calmarme cuando conseguí un lapicero y unas hojas para escribir rabiosa lo que me había sucedido temprano, así que cuando estuve en Amsterdam a eso de las 10:00 a.m. ya con los pies en el suelo y la cabeza en alto, comencé a disfrutar el paseo. El aeropuerto me pareció grande y agradable. Si tenía que esperar dos horas hasta mi próximo vuelo, allí tendría cómo distraerme. Tiendas, banco, internet, baños, comida, espacio...de todo. Lo único desagradable era una grabación que se escuchaba por todo el aeropuerto cada dos minutos de una tipa diciendo “Mind your step”, y me costó mucho trabajo lograr que no me fastidiara, pues estaba de a toque, pero al final lo logré. Una dona, un libro y así pasó mi tiempo hasta que tomé el segundo vuelo. A las 2:15 p.m. De Lisboa estábamos aterrizando, en el descenso comencé a ver colores por todos lados. Muchos edificios que a algunos no gustan, pero que a mi me encantan, pues son esos de techos de dos aguas, rojos y con las paredes de colores pasteles: rosados, amarillos, azules que se veían por toda la ciudad combinados con el verde de la grama y los árboles que estaban como si ya fuese primavera. La temperatura a unos 16º centígrados con un cielo azul despejado y un sol brillante espectacular. Allá ya era lo que aquí pronto será primavera. Terminamos de aterrizar y yo sin más equipaje que un bolso de espalda con todo lo que necesitaba, tal vez menos que eso, salí rápido del avión y en la puerta de salida me recibió Mariana enseguida. El paseo comenzó sin un respiro. Comenzamos a hablar sin parar mientras tomábamos un autobús. Ya con guía y mapa en mano comenzamos a disfrutar el camino. Edificios bonitos y coloridos por todos lados, otros no tan coloridos pero con una arquitectura digna de europa: con muchos detalles. Nuestro destino era la plaza Restauradores, ubicada en la Avenida da Liberdade. Nos bajamos una parada antes y comenzamos a caminar. Caminabamos cuesta abajo observando a los lados mucho verde en el centro y a los lados de la avenida, fuentes y casas. Algunos edificios viejos muy bien cuidados, y otros pocos con la edad y la fealdad brotando por cada rincón. En una calle a la derecha se veían los rieles de uno de estos trams viejos y pequeños de madera. Muy lindos. Una de las rutas, la #28 es famosa porque además de incluir varios de los lugares que no se deben perder los turistas, tiene destinados muchos de esos trams viejos que han sido remodelados. Bajando por la Libertad paramos en la plaza Restauradores que según leí está dedicada a la restauración de la independencia de Portugal del dominio español. En el medio de la plaza se levanta un Obelisco. Fotos aquí y allá y hablar sin parar nos llevaron hasta la plaza Rossio que no estaba muy lejos. En el centro de la plaza una fuente y alrededor cafés y tiendas. Al frente un teatro. Mucho sol. Mucha actividad. Una parada en la pastelería Suica allí en la plaza y seguimos nuestro rumbo hacia Praca da Figueiras. Un pequeño error de cálculo y terminamos en una calle así como la 21 de Barquisimeto de chicas de la mala vida paraditas esperando clientes y otros movimientos raros. No entendíamos cómo es que a las 3:30 p.m. con ese radiante sol estaban ya trabajando. En Venezuela se toman su tiempo y hasta que el sol se oculta nadie sale a lo suyo. Nos dimos cuenta y en dos segundos salimos del sitio y terminamos nuevamente en Figueira. Revisamos en el mapa y yo propongo subir por la calle con nombre Rua. Jaja! El chiste de la semana. Rua significa calle en portugués así que todas las calles comenzaban por Rua :P

Al fin logramos llegar a Martim Moniz. Otra placita bonita con piedras y fuentes. Y muchas paradas alrededor donde esperamos por nuestro tram #28 que nos llevaría hasta el castillo de San Jorge. Por la gente que se veía en la zona no parecía ser lo mejor de la ciudad pero no dejaban de ser lindas las casas de colores, muchas cubiertas desde el piso hasta el techo de azulejos, un tipo de cerámica muy representativo de la ciudad que se consigue en todos lados decorando edificios, casas, estaciones de metro y demás. Tomamos nuestro tram hasta arriba y al bajarnos caminamos a un mirador. Una vista espectacular. De esas que ves en las guías turísticas y postales, y que se logran porque los fotógrafos se aguantan hasta el mejor día de verano para tomarla, y de paso si es necesario le ponen un brillito aquí y le borran una nube allá con Photoshop o algo más. Esta vista era de verdad, sin ediciones, natural y ahí. Las casas a la orilla del río Tajo (Tejo en portugués). Mariana con su gusto por las fotos no paraba de tomar aquí y allá. Luego del mirador subimos al castillo. No había mucho que ver más que los muros y torres y subir y bajar para admirar la ciudad desde distintos puntos de vista. Casi todos muy bonitos. De bajada nos paramos en un lugarcito a mitad de camino a cenar. Era temprano aún pero teníamos hambre. Comimos sardinas al grill (Mariana) y yo pescado (no se cual) al grill. La preparación nada especial, pero lo carnosos que estaban ambos platos y frescos era una maravilla. La torta de chocolate de postre, que parecía muy casera, fue una experiencia de puro placer ¡deliciosa! Bajamos en el tram nuevamente. Ya el sol casi oculto. Nos bajamos del tram y vamos caminando la Rua (jeje, alguna de las Ruas) hasta que llegamos a una estación de metro. Llegamos a Barrio Alto, una zona de bares y cafés por todos lados. Ahí cerquita del metro en un café famoso La Brasileira nos paramos a tomarnos fotos con la estatua de Fernando Pessoa.

Continuamos caminando y dándole valor al nombre de la zona: sube que sube por callecitas empedradas. Mucha gente en la calle. Niños jugando pelota, gente tomando, comiendo, cantando. Un par de paradas: una para comprar recuerditos curiosos de Fernando Pessoa y otra para tomar un descancito en un barcito de la zona. Un shot de Tequila con Licor de Café para Mariana y una cerveza de limón Super Bock para mí. Un rato de conversción con un gringo que estaba junto a nosotras en la barra y con el bartender portugués (así blanco, pelo negro y peludo). Ya a eso de las 23:00 nos fuimos al hotel donde paraba yo por primera vez desde aquel despertar a las 5:55 a.m. en Varsovia. A recuperar energías para el día 2.